La guerra destruye, a su paso, los ecosistemas, las visiones espirituales, las costumbres ancestrales, el arraigo, las relaciones, las familias y las infraestructuras. Transversaliza, completa, la vida de todos los seres que la sobreviven. Afecta sus derechos, sueños, e identidades. Desbalancea su salud. Y atraviesa sus cuerpos.
El conflicto armado colombiano, a lo largo de 50 años, también dejó consecuencias en todos los niveles. Cerca de nueve millones de víctimas. Y alrededor de 400.000 de ellas con algún tipo de discapacidad adquirida en un evento de guerra. Esto quiere decir que la guerra en Colombia atravesó millones de cuerpos. Y que cientos de miles viven, ahora, y de forma permanente, con sus consecuencias físicas, intelectuales y psicosociales.
Por esto, durante 2016, tiempo en el que se firmó el Acuerdo de Paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Gobierno Nacional de Colombia, se asumió el enfoque de discapacidad como uno de los ejes prioritarios en su implementación.
Yosaira Guzmán Cordero y Moisés Gaviria Hoyos son dos firmantes del Acuerdo de Paz que viven con discapacidad física y, de la mano de la Fundación Arcángeles, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Embajada de Noruega en Colombia, han trabajado en la promoción y gestión de los derechos laborales de los y las firmantes en situación de discapacidad en el departamento de Caquetá.
Yosaira y Moisés se dedican a atender las necesidades de personas que, como ellos, percibieron que su discapacidad podía limitar su trabajo, desplazamiento y libertad. Y, por ende, su independencia, autonomía y salud mental. Se dedican a velar por la participación plena y efectiva de estas personas que experimentan, todo el tiempo, estados de dolor físico y emocional, situaciones de exclusión y discriminación, además de barreras físicas y actitudinales para acceder a sus derechos.
En palabras de Yosaira, “es muy importante que a nosotros, como personas firmantes y en condición de discapacidad no se nos discrimine. Porque nosotros también podemos. No somos unos ‘pobrecitos’, no estamos ‘enfermos’; somos unas personas con diferentes condiciones de discapacidad, pero que podemos ejercer muchas actividades”.
Muchas veces los ajustes que permite su trabajo con la Fundación Arcángeles son “pequeños”. Por ejemplo, que a un firmante que no puede usar uno de sus brazos, por dolor y movilidad limitada, se le instalen unos brazos hidráulicos en su negocio de venta de ropa, para que pueda abrir su puerta, suavemente, con una sola mano. O que a un firmante que tiene afectaciones en su memoria a corto plazo se le compre un computador con un software de inventario y una caja registradora, para que pueda manejar las ventas de su tienda, sin depender de alguien más. Su gestión permite estos ajustes razonables, que garantizan, a través de pequeñísimas inversiones, la verdadera inclusión laboral de personas en situación de discapacidad.
En otras ocasiones, su trabajo habilita apoyos a largo plazo. Por ejemplo, el acceso a atención psicológica para firmantes que viven con niveles muy altos de Depresión y Ansiedad, o con las graves consecuencias del Estrés Postraumático. La participación en espacios de desarrollo inclusivo basados en la comunidad, el autorreconocimiento de la discapacidad, y el empoderamiento. El enrolamiento en procesos de capacitación en buenas prácticas de empleabilidad, orientación vocacional, estructuración de perfiles laborales y postulación en convocatorias de entidades aliadas. O la articulación de acciones desde la salud integral, el deporte paralímpico, la incidencia política y el desarrollo de campañas publicitarias de alto impacto social, para la transformación de paradigmas.
Ambas facetas de su labor: tanto los ajustes como los apoyos, permiten una atención integral a las necesidades de estas personas atravesadas por la guerra.
Un trabajo que se ha desarrollado gracias al apoyo del “Mecanismo Noruego” —una bolsa de recursos flexibles del Programa Marco para la implementación del Acuerdo de Paz, creado por la Embajada de Noruega en alianza con el PNUD— que ha financiado, desde su enfoque de discapacidad, acciones puntuales como los ajustes para la inclusión laboral de firmantes en situación de discapacidad, y acciones sostenidas como los apoyos que les garantizan una red de sostén para su reintegración socioeconómica.
“Este es uno de los momentos donde podemos, entre todos, unidos, salir adelante. Ahora hay acuerdos que apoyan mucho a las personas que tenemos una discapacidad. Entonces es interesante que nos pongamos en los zapatos de personas con discapacidad y hagamos estos procesos”, comenta Moisés.
La discapacidad, igual que haber sido parte de una disidencia política durante la guerra, tiene consecuencias en la vida entera. En los cuerpos. Y las personas que han experimentado ambas están expuestas, de forma permanente, a los prejuicios que les rodean. A menudo no son llamadas por su nombre, sino con términos peyorativos; son percibidas y tratadas como seres de menor valor; o no son tenidas en cuenta para muchos tipos de oportunidades.
Por eso, buscar formas para cuidar la soberanía económica de los y las firmantes en situación de discapacidad es solo un paso hacia la creación de una paz estable y duradera.
Yosaira insiste en invitar a sus compañeros a aprovechar el momento histórico, y a tomar las oportunidades de inclusión que se están presentando. Y Moisés recuerda que, para poder realizar este trabajo, lo primero es el cambio de paradigma, desde el autorreconocimiento: “es súper importante que cambiemos de chip en el tema, porque muchas personas no reconocen que tienen una discapacidad. Se limitan a ciertas cosas. Tenemos que cambiar nuestra mentalidad para poder construir, y realizar buenas acciones para nosotros”.