Un café es la posibilidad de sentarnos en la misma mesa y mirarnos a los ojos para conversar. Es una invitación a contar nuestras historias y entender por qué hicimos lo que hicimos. También es la oportunidad para hablar sobre lo que nos preocupa y encontrar, en colectivo, nuevos caminos que nos permitan transformar nuestra historia.
En Tuluá, Valle Del Cauca, un grupo de campesinos, firmantes del Acuerdo de Paz, víctimas, exintegrantes de la Fuerza Pública, empresarios, representantes de instituciones como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo —PNUD— y el gobierno, se sentaron, en la misma mesa, alrededor de una taza de café, para hablar del café. En la historia de Colombia, el café es una bebida insignia, tan amarga como dulce, tan aromática como repleta de sabores, y tan inspiradora como resolutiva. Sobre el grano convertido en símbolo de la tradición y esencia del campo colombiano, cultivado por cerca de 540.000 familias agricultoras, y que en un 98,5 por ciento es exportado como materia prima. Sobre el grano que, al ser procesado por fuera del país, deja la mayor cantidad de sus ganancias lejos de las manos que lo cultivan.
De esta mesa, brotó reconciliación, liderada por Jonathan Sierra y Humberto Giraldo.
Y de esta mesa, brotó la oportunidad de un nuevo modelo de negocio.
El proceso de reincorporación a la vida civil de Jonathan y de Humberto —quien antes de ingresar a las FARC-EP fue caficultor— empezó en la zona veredal El Oso: en la vereda Marquetalia, en el municipio de Planadas, Tolima. En la región de origen de las antiguas FARC. Desde allí, junto a otros 31 firmantes del Acuerdo de Paz, decidieron salir al Valle Del Cauca, donde vivían la gran mayoría de sus familiares. Y migrar a la vereda Venus, en Tuluá, en pleno corazón del Valle.
Estando allá no tardaron demasiado tiempo en darse cuenta de que el café se podía convertir en su proyecto productivo. Tenían una idea clara: comprarles el grano directamente a los campesinos de la región, para ellos procesarlo —en su planta, con sus propias máquinas— y, a partir de ahí, buscar socios con los cuales pudieran producir y distribuir un café de calidad, que dejara ganancias justas para cada una de las partes. Empezando por los caficultores.
Muchos de los(as) campesinos(as) de la vereda les dieron su apoyo. Otros mostraron algo de recelo. Sin embargo, y desafortunadamente, hubo hechos trágicos. Uno de los líderes, firmante de paz, fue asesinado. Otro líder fue amenazado. Y, ante esta situación, los firmantes tuvieron que salir de Venus hacia el casco urbano de Tuluá.
Con ayuda de la Alcaldía municipal, encontraron un espacio en Mercacentro, un mercado campesino que alberga la producción proveniente de diferentes veredas. Su llegada al mercado tampoco fue sencilla. En el espacio había víctimas del conflicto armado. Y también exmiembros de la Fuerza Pública.
Hasta que un día, firmantes, víctimas, exmiembros de la Fuerza Pública y campesinos, se sentaron en la misma mesa. Se miraron a los ojos. Y conversaron sobre las oportunidades del café.
“Al comienzo, más que un tema de desconfianza, fue de incertidumbre, alrededor de nuestros objetivos allí. Entonces les explicamos nuestra tarea, nuestro compromiso con la paz y todo el desarrollo en el territorio y fuimos construyendo unos lazos de confianza que, día tras día, seguimos fortaleciendo. Es algo muy gratificante sentir que, a partir de las diferencias, podemos construir algo conjunto”, dijo Jonathan.
Gracias a esto, la Cooperativa creada por los firmantes —llamada inicialmente Cooperativa Multiactiva de los Comunes, Coomulnes— asentó sus operaciones en Mercacentro. Hacia marzo de 2024, con el nuevo nombre de Cooperativa Multiactiva Arando la Paz, Cooaranpaz, ya reunía a 37 firmantes del Acuerdo de Paz, a 47 personas de la comunidad —en su mayoría víctimas del conflicto—, y a tres personas en proceso de reinserción.
Con la cooperativa, en alianza, le dieron forma al sueño que tuvieron Jonathan y Humberto mientras vivían en la vereda Venus: Comprarle el café directamente a los campesinos, tostar el grano en sus máquinas, y distribuir un café de calidad, que dejara ganancias justas para todas las partes. Un proceso en el que el fruto de la tierra se inmortalizara en ese producto de aroma apetecible, sabor acogedor y conversaciones inolvidables.
A partir de ese momento, y poco a poco, empezaron a llegar nuevas personas e instituciones a la mesa de Coomulnes, para sumar conocimientos técnicos y recursos económicos. En 2023, la alianza ya incluía al PNUD, la Embajada de Noruega en Colombia, la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, la Agencia Nacional para la Reincorporación y la Normalización (ARN), el Fondo Multidonante de Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz (MPTF) y PASO Colombia, un programa de One Earth Future: una incubadora de programas innovadores de construcción de la paz.
Con su apoyo, el jueves 18 de mayo de 2023, Coomulnes dio su último salto: selló una alianza comercial con la empresa Café Costal Campesino, que, a corte de marzo de 2024, les ha permitido exportar 6.000 kilos de café a Barcelona, España.
El día del lanzamiento de la alianza comercial, Jonathan Sierra dijo: “Esta vinculación con Café Costal Campesino nos abre una oportunidad para llevar la historia que hay detrás de este café: se trata de un café de calidad, cultivado por campesinos con conocimientos ancestrales y con prácticas amigables con el medio ambiente. Seguiremos persistiendo, a pesar de las dificultades, con nuestro lema de que la paz huele a café”.
Federico Castro, director ejecutivo de Café Costal Campesino, declaró: “Buscamos cerrar la brecha entre los beneficios que se perciben y se generan en el exterior y transferirlos al campo colombiano”.
“No es llegarle al campesino con 5.000 o 10.000 pesos de más. Es llegarle con productos e insumos que, realmente, mejoren su calidad de vida”, dijo Jonathan en un video realizado por One Earth Future.
Porque, al final, la cooperativa creó algo que trasciende la llamada “cadena de valor”: esa línea unidireccional —siempre fija— en la que no podemos mirar, de frente, a los ojos, a quienes están a nuestros lados. A quienes están “antes” y “después” de nosotros en el proceso productivo. Coomulnes creó, en cambio, un modelo de negocio que funciona como una mesa redonda: en la cual podemos mirarnos a los ojos, escuchar nuestros dolores y garantizar que las ganancias, y los retornos, impactarán a todas las partes que suman en el proceso.
Un modelo de negocio que funciona como una mesa en la que el café siempre está servido.